Luis Ángel Fdez. de Betoño
El espécimen
La senadora atravesó el umbral del laboratorio, sin reparar en los dos científicos y, con paso firme, se plantó frente al cristal que, con forma circular, mantenía al espécimen atrapado en su interior. Estaba desnudo, su cuerpo, plagado de cortes y cicatrices recientes, denotaba claros indicios de desnutrición. Llevaba puesto el casco virtual, caminaba pesadamente, esquivando obstáculos invisibles, un láser infligía leves incisiones en sus castigadas piernas.
La senadora dirigió su mirada a una de las pantallas, en ella se mostraba lo que estaba viendo la criatura en primera y en tercera persona: el ejemplar creía que se desplazaba por una zona boscosa, sin sendero, atravesando una zona cubierta de matorral espinoso.
El otro monitor mostraba el estado físico del individuo, la mujer, después de estudiar unos segundos los marcadores de los biorritmos, se volvió hacia los dos biólogos que la miraban expectantes y con reverencia…
-¿Qué tienen que decirme? —preguntó con la altanería despótica, de quien ha nacido en la nobleza, sintiéndose superior.
—Lo llamamos sujeto Alfa —comenzó a explicar uno de ellos. —pertenece al 9,87% de la población del planeta. Y tenemos malas noticias señora, no se rinden luchan hasta morir, incluso por encima de sus capacidades físicas teóricas.
La senadora orientó sus orejas hacia su subordinado, en un claro gesto de no haber comprendido.
—¡Explíquese!
—Quiero decir, que debería haber muerto unas treinta horas atrás, pero no comprendemos por qué continúa con vida, sospechamos que cuando están fuertemente motivados, son capaces de superar su propia biología y romper sus límites físicos.
—¿Es eso posible? ¿Qué clase de motivación tiene ahora?
—Está tratando de rescatar a su compañera y a su cría. Aunque se lo hemos puesto imposible, no le hemos dejado ningún resquicio, y él lo sabe, pero a pesar de todo, continúa intentándolo.
—Pero… eso es ilógico, ¿por qué no huye y busca otra fémina para procrear? Está claro que es un ejemplar formidable —al decir esto, la senadora estiró su magnífico y musculoso cuerpo, aumentado la diferencia de altura entre ella y los científicos, y sin tratar de disimular el desprecio que sentía por ellos—, estoy segura, que hay muchas hembras humanas dispuestas a aparearse con él.
—A eso nos referimos en el informe señora —dijo el de rango superior, agachando las orejas mostrando sumisión–. Un porcentaje de la población no se someterá jamás, no actúan por lógica, su parte sentimental se apodera de ellos, y además poseen el efecto contagio, la tendencia del resto de humanos, es la de seguirlos, se convierten en líderes, provocan devoción…
—Ya, entiendo, nunca nos dejaran su planeta, no lograremos esclavizarlos, tendremos una guerra de baja intensidad continua, la única opción es aniquilarlos a todos…, pero eso es absurdo.
La senadora paseó lentamente rodeando la cabina ovalada, sin dejar de mirar al terrícola, meditando una importante decisión…
—Está bien, creo que tienen razón, mejor nos olvidamos de este planeta, está claro que los inconvenientes superan a los beneficios.
Dicho esto, golpeó los tacones en un gesto marcial y se dirigió a la puerta.
—Señora —dijo el biólogo, impidiendo que cruzara el umbral—. ¿Qué hacemos con el espécimen?
Ella se giró de cintura para arriba y mirando al terrícola dijo:
—Me lo voy a quedar, es interesante, enriquecerá mi colección privada, lástima que solo tenga dos piernas–. Mientras en su rostro se intuía una siniestra sonrisa.